No ganan los mejores, sino los menos malos
F. VICENTE AGULLÓ SÁNCHEZ
ELCHE
Quizá ganen
los peores, los privilegiados los que, del resultado electoral, dependa su
trabajo y el de unos cuantos amigos y allegados. ¿Qué mejora llega a las
calles, al ciudadano de a pie, a la miseria general? Ellos viven en su mundo,
lo han construido a medida y con sus reglas propias, encima lo han construido
hermético para que nadie pueda perturbarles.
Es un
paripé, una simple falacia democrática, si solo votan los correligionarios de
los partidos institucionalizados, pues siempre ganaremos, pero la verdad es que
destrozan los cimientos de la democracia, de la política y de lo que es aún más
grave, los cimientos de España como comunidad.
La evidente
potencialidad de los españoles como empresa económica se la han comido los
mismos sinvergüenzas que presumen de patriotas, de españoles y de ciudadanos
ejemplares. De las campañas electorales ahora finalizadas sólo se pueden sacar
dos conclusiones, uno, los ganadores y vencidos mayoritarios son inoperantes e
indignos de este país, dos, cuando hay un atisbo de formación política con
suficiente capacidad para acaparar el descontento, lo aglomera y moviliza.
Creo
sinceramente que a esto lo llaman Democracia pero no lo es, o por lo menos es
lo más parecido a una plutocracia tiránica. Al final una 'politicocracia' se ha
adueñado del tejido empresarial, financiero, económico y, de los medios de
comunicación y ha conseguido imponer sus reglas con evidente acierto, se
perpetúan en el poder haciendo una comedia cada cuatro años.
Ganan los
menos malos, pero es que el nivel es tan bajo y poco innovador que es
esperpéntico. Está claro que pierden los ciudadanos sin ningún tipo de dudas, o
por lo menos la inmensa mayoría.
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